PROMETEO DEPORTADO
El nombre de Fernando Mieles comenzó a ser conocido para algunos de nosotros cuando supimos de su documental Aquí soy José, en el cual, visto ahora de manera retrospectiva, ya podíamos observar el estilo y la proyección de un directo que tras su paso por el género documental estrena ahora en el país su esperado primer largometraje de ficción: Prometeo Deportado.
Con una imagen distinta a la de otros cineastas ecuatorianos, Mieles ha conseguido, en cierta forma, que veamos en él la imagen del guayaquileño pionero del cine nacional, Augusto San Miguel, cuya recién rescata presencia en la historia de nuestra cinematografía nos ha permitido conocer no solo el ímpetu de este hombre por hacer cine en nuestro país, sino también el hecho de que la primera cinematografía ecuatoriana surgió en Guayaquil.
No es coincidencia tampoco que los anteriores trabajos de Mieles han tratado precisamente sobre dos cineastas guayaquileños. En el caso de Descartes, la mirada relajada pero a la vez detallista y apasionada de este director fue el punto fuerte de este incomparable documental sobre la memoria y el cine. Ahora, con Prometeo Deportado, nos encontramos ante un Fernando Mieles dispuesto a crear su propia historia dentro de nuestra cinematografía.
Prometeo es una fábula extrema que se nutre de cuanto relato sobre la espera y el hacinamiento podamos recordar. Sin embargo, en esta ocasión estos temas han sido la excusa perfecta para que, con sinceridad y de manera correcta, este cineasta retrate a la sociedad ecuatoriana con toda su complejidad, siendo uno de los poco films de nuestro país en abarcar una mirada amplia sobre el Ecuador, y de una forma tan interesante y reflexiva.
Un guión sólido que funciona, una crítica mordaz a la sociedad ecuatoriana a través de una situación digna del realismo mágico, un buen manejo del drama y la comedia, y un elenco de actores que, en distinta forma y en distintos niveles (hay algunos nombres que destacan por encima del resto), aportan a la película y sostienen los distintos momentos que componen este relato en constante transformación. Conclusión: puede gustar o no pero Prometeo Deportado ha llegado con paso firme y seguro para consolidar el nombre de Fernando Mieles como uno de los cineastas más destacados de nuestro país, y del que esperamos aún más.
Por último he querido citar las palabras de Pablo Fiallos sobre el film en una crítica que se encuentra en la revista ZOOM de este mes:
'Prometeo Deportado es un relato conmovedor e impactante, sumamente triste por la posibilidad de identificación con el relato, pero esperanzador, pues el director nunca abandona la idea de inventar una salida.
En la terminal de Mieles no hay lugar para los héroes y sin la intención de querer victimizarlos, los personajes que están encerrados dentro de ella son víctimas del sistema, de la historia, de la cultura...de aquel país que existe y que también sangra, aunque este atravesado por una línea imaginaria.'
Con una imagen distinta a la de otros cineastas ecuatorianos, Mieles ha conseguido, en cierta forma, que veamos en él la imagen del guayaquileño pionero del cine nacional, Augusto San Miguel, cuya recién rescata presencia en la historia de nuestra cinematografía nos ha permitido conocer no solo el ímpetu de este hombre por hacer cine en nuestro país, sino también el hecho de que la primera cinematografía ecuatoriana surgió en Guayaquil.
No es coincidencia tampoco que los anteriores trabajos de Mieles han tratado precisamente sobre dos cineastas guayaquileños. En el caso de Descartes, la mirada relajada pero a la vez detallista y apasionada de este director fue el punto fuerte de este incomparable documental sobre la memoria y el cine. Ahora, con Prometeo Deportado, nos encontramos ante un Fernando Mieles dispuesto a crear su propia historia dentro de nuestra cinematografía.
Prometeo es una fábula extrema que se nutre de cuanto relato sobre la espera y el hacinamiento podamos recordar. Sin embargo, en esta ocasión estos temas han sido la excusa perfecta para que, con sinceridad y de manera correcta, este cineasta retrate a la sociedad ecuatoriana con toda su complejidad, siendo uno de los poco films de nuestro país en abarcar una mirada amplia sobre el Ecuador, y de una forma tan interesante y reflexiva.
Un guión sólido que funciona, una crítica mordaz a la sociedad ecuatoriana a través de una situación digna del realismo mágico, un buen manejo del drama y la comedia, y un elenco de actores que, en distinta forma y en distintos niveles (hay algunos nombres que destacan por encima del resto), aportan a la película y sostienen los distintos momentos que componen este relato en constante transformación. Conclusión: puede gustar o no pero Prometeo Deportado ha llegado con paso firme y seguro para consolidar el nombre de Fernando Mieles como uno de los cineastas más destacados de nuestro país, y del que esperamos aún más.
Por último he querido citar las palabras de Pablo Fiallos sobre el film en una crítica que se encuentra en la revista ZOOM de este mes:
'Prometeo Deportado es un relato conmovedor e impactante, sumamente triste por la posibilidad de identificación con el relato, pero esperanzador, pues el director nunca abandona la idea de inventar una salida.
En la terminal de Mieles no hay lugar para los héroes y sin la intención de querer victimizarlos, los personajes que están encerrados dentro de ella son víctimas del sistema, de la historia, de la cultura...de aquel país que existe y que también sangra, aunque este atravesado por una línea imaginaria.'
Pablo Fiallos
Revista ZOOM