Biutiful
Está claro que cualquiera que se disponga a ver una película de Alejandro González Iñárritu sabe perfectamente a lo que se expone. En cada uno de los filmes de su denominada Trilogía del dolor, mediante una estética sucia y una cámara inestable, este director nos mostró un mundo de historias complejas y viscerales, cargadas de emotividad y desolación. De aquellos tiempos en los que Iñárritu y Guillermo Arriaga lograron el aprecio del público y la crítica, destacan sobre todo Amores Perros, por ser la que inauguró un nuevo momento en el cine mexicano, y Babel, por la magnitud del proyecto y el acierto con el que fue realizado.
Ahora Iñarritu regresa sin Arriaga en una cuarta película donde nuevamente hace de las suyas, mostrando una mayor madurez en el uso del lenguaje cinematográfico, con escenas cargas de simbolismo y una estética impactante. Sin embargo, esto no ha hecho que la película supere a sus predecesoras sino todo lo contrario. En lo narrativo, Iñárritu opta por sobrecargar el film de temas y elementos que buscan aportar a la historia de su protagonista, pero que a la final terminan por saturarla. La emotividad alcanzada no llega a ser en este caso un reflejo de la solidez narrativa sino de la formula estandarizada y sobre todo, de la excelente actuación de un cada vez mejor Javier Bardem.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario